20/02/11

• El Taki Onccoy


LA REBELIÓN DE LAS “HUACAS”
Por: Carlos Mejía Gamboa

Danzantes de Tijeras (Foto: Promperú)

La memoria de la cultura andina mantiene intacta una serie de hechos trascendentales que pueden permitir la reconstrucción de una historia negada, borrada, tergiversada e incluso omitida. Los investigadores, en su mayoría, han dedicado sus esfuerzos a la reconstrucción hipotética, al carecer de elementos concretos de información; tal vez, con una predisposición subjetiva de superioridad cultural los han calificado de mitos, leyendas, creencias, etc., por no llegar a comprender la profundidad con que fueron establecidos y, muchas veces, conservados. El desconocimiento de la cosmogonía indoamericana sumado al escaso conocimiento de los idiomas de los propios de esas culturas ha hecho caer, en muchísimas ocasiones, en elucubraciones que tienen trasfondo comparativo premeditado. Desde los cronistas, los conceptos de organización administrativa, social y económica utilizados, partieron de parámetros ya establecidos en Europa, y lógico que no pudo ser de otro modo, puesto que con lo que se estaban topando era con un mundo abismalmente distinto. Y los cambios que impusieron los conquistadores no consideraban lo existente, "llegaban con una verdad absoluta", debían reemplazar con todo lo que tropezaran, aunque más de una vez quedaran asombrados de la organización de esos pueblos. Hernando Cortés lo vivió en carne propia.

Hay hechos que no se pueden soslayar como consecuencia de la arremetida conquistadora. Así, por ejemplo, el denominado Mesianismo andino, surgido en el siglo XVI, se dice que fue construido a la imagen del Inca. Los mestizos y criollos se aferraron a él en forma muy disímil porque significaba la explicación de su estirpe o la legitimación de derechos, mientras que para la población esa imagen representaba a un Jefe Supremo, un redentor. El orgullo de un imperio rico y no alejado del amor a la Tierra alimentó en la población, por mucho tiempo, la esperanza de la reimplantación de un sistema que les pertenecía; esa espera pretendió ser atenuada en la lucha permanente contra el tiempo y las dificultades impuestas por los conquistadores. Sentidos en un principio el avasallamiento, la humillación, el ultraje, la evidente postergación, los nativos se preocuparon por el lugar que ocuparían sus dioses y los contrapusieron enfrentados a los nuevos, carentes de todo significado teológico, razón por la que pudieron considerarlos a los propios más fuertes y poderosos. La iglesia satanizó a todos los dioses andinos.

La Danza de las Tijeras, proveniente del departramento de Ayacucho (Perú), es una fuente indiscutible para comprender esta polarización divina. Los danzantes estaban comprometidos con los Dioses Montaña y la Madre Tierra, de quienes recibían su fuerza. A eso los foráneos le denominaron tener un pacto con el diablo, y por ello prohibieron la danza y la reprimieron; sin embargo, se conservó en la clandestinidad. Ahora podemos sentirnos orgullosos de su existencia y nos deleitamos con su complejidad, con la rareza de su musicalidad, pero sobre todo por su significado, ya que encierra la memoria de un pueblo antiguo.

La rebelión de las "huacas", como lo llamaban a los dioses andinos, contra los dioses españoles es lo que denominan Taki Onccoy, que se constituyó en un movimiento de libertad y salvación, allá por los años 1550, cuya característica fundamental no pretendía un enfrentamiento directo, un ataque frontal mediante la guerra contra los conquistadores, sino un replanteamiento moral y una resistencia pasiva frente a la dominación. Se convirtió en una respuesta ideológica que tomaba elementos ofrecidos por el proceso de aculturación, el de la evangelización. Los dioses se encarnaron en la población indígena, conduciéndolos a "estados de posesión que los hacía temblar, caerse y bailar como locos", el significado de Taki Onccoy nos lo dice : enfermedad del baile.

El movimiento prometía a sus seguidores un mundo sin desequilibrios a partir de la purificación espiritual de los poseidos que renunciaban al cristianismo y se afianzaban en los dioses autóctonos resurgidos con más poder. Si bien es cierto que tenía una connotación espiritualista, fomentó el fortalecimiento de actitudes y relaciones que mejorarían las posibilidades de una rebelión india que lograría éxitos inesperados. Consiguió estrechar los vínculos parenterales y mejoró la relación entre comunidades rivales.

Unificados en torno a un objetivo, se hizo que la cultura andina, se sumergiera en un mutismo justo y necesario. Como consecuencia de la represión permanente por parte de la corona imperial europea, aprendieron a guardar con mucha entereza y autenticidad una cultura profundamente elevada, hasta nuestros días.