24/01/11

• Como reto al pérfido olvido

HEREJÍA

Asido del potro del placer
he profanado tu altar cuasiestelar,
cuantas veces embravecida esta bestia
relinchara, temblorosamente en mi piel.
Derrumbada, en escombros,
mi alma te pide perdón,
vagando en iconoclastas sentimientos
que la derriten lento y sin compasión.
Nada ha quedado en pie,
ni la peana de tu sonrisa
ni el ápice de tu frágil beldad;
pero, para mí siempre serás:
la amada, la mujer, la compañera...
Pero, sé que ocurrirá un día;
que ciego por injuriosos celos, mujer,
te ofrendaré a mis dioses oníricos
que esperan recompensas por amarte.
El cielo, cuando eso ocurra, amada,
besará al cosmos con labios de fuego;
se amilanará mi esencia y retrocederá...
Entonces, temblorosamente, cogeré el puñal
y ¡saz! te arrancaré la existencia,
porque ahora, mujer, nada más quiero
sino esa parte sólo tuya
que te hiciera estremecer junto a mí
hasta el delirio, locura y entrega total.
Luego, haré lo deseado en mis noches célicas.
Velaré por el resto de mi vida, eso tuyo,
porque allí nacieron tus ansias
impetuosas de fémina sin hartura,
y porque así, mi vida, seguro estaré
que no me engañarás jamás.
Cuando ya ajada mi frente,
nívea mi rebelde cabellera,
me sumergiré en mi raído tiempo
y con mi guadaña aún sangrienta
cercenaré lentamente la liana
carcomida de mi negra fantasía,
entonces caeré en espasmo fugaz
que me conducirá a la nada.


DEL MÁS ALLÁ

Si mirando las estrellas
en la soledad de tus pensamientos
recordaras que alguna vez te quise,
no te preguntes si aún perdura
el sentimiento que me tornó triste.

Si en brazos de alguien,
retozando en praderas de placer,
tu piel sintiera el beso de la noche,
no te sorprenda que serán mis labios
recorriendo tu cuerpo fiel de mujer.

Porque estaré allí siempre
colmándote de mí en noches frías,
cual viento tenue de lejano invierno
que acariciará mi pétrea tumba.

Porque si mía no fueras,
llevaría a tu alma a vivir muy lejos,
juntos y fundidos en la morada
del mundo insondable de los muertos.


MUJER TOSTADA POR EL TIEMPO

La luna preñada de blancura,
y nuestras almas, embarcadas en locura,
buscan refugio de espera,
anhelando una simple estera
para fundirse en la nívea figura
de corceles imbatibles de tu cintura.

Abandonada está mi cobardía
a la sombra de tus columnas,
mujer, tostada por el tiempo,
sintiendo el desesperado beso
del negro follaje de tu sexo
y el bostezo de esos labios
protectores del húmedo sendero
de tu vientre,
alfombra del introito corpus
de mi esencia.

¿Cómo no gemir enardecido
por el castigo de tu pesado clítoris
conduciéndome al inicio de la vida
cuando, al mismo tiempo,
delirio al desbordar el oprimido
secreto de tus rosadas nalgas,
alarde de suculenta hembra?

...

La silla de mi descanso
me invita a recordar
el sonrosado secreto
de tus nalgas placenteras.

He negado mi existencia
y en el conflicto de mis ideas,
encontré la profundidad de tus ojos
y el misterio de tus idílicos deseos.
El silencio custodia mi pasión
en la inmensidad del barullo confuso
de azules ojos, misterio de tu cielo,
el único claro y no borrascoso
estigma de tu alma ajena.

(Del Poemario: "Como reto al pérfido olvido")