25/10/07

• La moda y el placer estético


La Moda, como expresión cotidiana, ya tiene presencia destacable en nuestra predisposición psicológica frente a la arremetida del consumo al que nos condena nuestra sociedad contemporánea; por ello, advertida esta circunstancia, existe la necesidad de identificarla en su verdadera magnitud. Eso, en principio, significará potenciar su naturaleza conceptual, -alejada de toda intención simplificadora que la presenta como circunstancial, efímera y superficial-, sustentándola en elementos como la creación, el valor estético, entre otros, que le conceden la evidencia de su naturaleza artística, aún discutible.

Para un profano, descubrirla le abrumará de emociones no antes advertidas; si bien es cierto que para su logro se apoya en conceptos correspondientes a las Bellas Artes, se manifiesta la Moda preponderantemente en la forma y el color. Una prueba de ello es visitar MAISOL, en Berlín, Kreuzberg, un lugar que nos otorga la razón sin necesidad de preludios teóricos ni interrogantes esclarecedores. Nos hace recordar el puro pensamiento de Paul Klee, en el sentido de que no será el artista el que siempre explique su obra.Sin el temor de ser imprecisos afirmaremos que ese atelier-tienda es un universo del color, un abanico que despliega tonalidades infinitas, una descomposición real de la luz, que en manos de su creadora Sole Betancourt son instrumentos de ensoñación y placer. Sumado a esto, la textura de las telas enriquecen compensando luminosidades tonales, generando profundidad y resaltando formas, desde satenes hasta brocados. La sensación de madurez creativa la da, de un modo indirecto, la utilización de las telas de los años 40, 50, que recreadas en la dinámica de cortes contemporáneos, y con fuertes acentos lineales, cautiva en sobremanera. Hay una acentuada intención de revitalizar el pasado, de adecuarlo a la exigencia del presente, de reencarnar la belleza ida, de contemporanizar ideales estéticos, de complacer exigencias en retrospectiva permanente. Para ello MAISOL incide en el soporte femenino, haciendo resaltar los encantos y garbo de la mujer actual; convierte a la belleza en elemento asequible, sin tiempo ni época, sin pasado ni estéril nostalgia.

Por otro lado, la capacidad creadora de Sole Betancourt, rebasa los pliegues, los ribetes, las pinzas, etc. y nos atrapa con el decorado singular del que ha impregnado su atelier-tienda; lleva un sello muy único el lugar donde ella acrisola tanta preocupación artística. Cada pieza contiene además una parte del alma de la diseñadora que la entrega con la sutileza de las musas tentadoras. Hay un espíritu inagotable que se renueva y recrea infinitamente; espíritu al que tienen acceso quienes comprenden la trascendencia del placer estético.